Es muy común que los tutores se pregunten: “¿Por qué mi perro no se comporta igual que su hermano de camada?”. Muchos esperan que, al venir del mismo lugar, deberían ser parecidos, pero la realidad natural y energética es muy distinta.
La madre perra, cuando está gestando, no solo alimenta a los cachorros en su vientre: también les transmite directivas vitales. La naturaleza le exige que su manada futura sea funcional y equilibrada. Por eso, durante el período fetal, la madre “asigna” a cada cachorro una función básica que servirá al grupo en la adultez.
Cada cachorro recibe un mandato vital: puede ser seguridad, alerta, búsqueda, sociabilidad, acompañamiento, etc. A veces un cachorro recibe dos o tres funciones según la cantidad de hermanos, o incluso comparten funciones por si alguno no sobrevive al parto. De esta manera, la manada adulta tendrá todos los roles necesarios para funcionar como una unidad completa y segura.
Por eso, cuando uno de esos cachorros llega a una familia humana, no es igual que su hermano: cada perro es único porque nació con un rol diferente. Su comportamiento está marcado tanto por esa impronta primaria como por la energía de la madre durante la gestación (su nivel de estrés, tolerancia, vivencias). Esas experiencias se graban en el cachorro como una base de supervivencia y de percepción del entorno.
Aquí aparece un punto clave: el cachorro que llega a tu vida no lo elegís vos, te elige él. Su función, su energía y tu vibración se encuentran por una razón. Ese perro es el que necesitás para trabajar tu interior: puede hacerte la vida más simple o más compleja, pero siempre con un propósito de aprendizaje y evolución.
Por eso, no te sorprendas si tu perro no se comporta como su hermano de camada. No está “fallando”: está cumpliendo su misión, reflejando tu energía y aportando al equilibrio de la “manada” que forman juntos.