Las Flores de Bach no son un recurso exclusivo para personas: también armonizan la energía de los animales y hasta de las plantas. Todo lo que tiene vitalidad tiene emociones, y las Flores trabajan directamente sobre ese plano sutil.
El Sistema Floral de Bach fue uno de los primeros creados en esta era. Es un sistema cerrado de 38 esencias, cada una con un propósito definido. Pero no es el único: con el tiempo surgieron otros sistemas florales, muchos de ellos abiertos y con una mayor versatilidad. Lo interesante es que los sistemas pueden combinarse sin inconveniente. Incluso dentro de una misma fórmula se puede usar una mezcla de distintos sistemas, y ninguno interfiere con el otro.
Es importante entender que la eficacia de las flores depende también de su origen natural. El sistema Bach, por ejemplo, se generó a partir de flores de Inglaterra y algunas zonas de Europa. En cualquier sistema floral, la flor debe ser extraída en su hábitat silvestre, en el lugar donde nació. La fuerza de una flor surge de su entorno, de la tierra y del clima que la sostienen, y de cómo se manifiesta físicamente y emocionalmente en su estado natural.
Más allá del sistema, hay un principio fundamental: las flores no se aplican de forma general. No existen recetas universales. Cada fórmula es magistral y única para cada ser. Un perro puede tener síntomas parecidos a otro, pero su impronta y sus matices emocionales son distintos. Lo mismo ocurre con las personas y hasta con las plantas. Una fórmula adecuada para uno puede no tener efecto en otro, porque cada uno necesita armonizar aspectos diferentes.
🌿 La administración y la dosificación
La dosificación puede darse de distintas formas, siempre adaptada al ser y al contexto:
En personas: de manera directa, en gotas.
En animales: puede ser directo (en boca) o indirecto, si el animal es reticente a recibir líquido. En esos casos, las flores pueden colocarse en el cuenco de agua, en la comida, o incluso impregnar un snack o premio.
En plantas: diluidas en agua de riego, permitiendo que la energía floral llegue a través de la tierra.
Lo fundamental es entender que no se energiza al individuo, sino al medio. Cuando se ponen gotas en un cuenco de agua, se energiza el volumen total de agua. Luego, cada vez que el perro o el gato bebe, está absorbiendo parte de esa vibración.
Por eso hay que ser conscientes de la proporción: la cantidad de gotas no se calcula solo por el animal, sino también por el volumen de agua o comida en el que se diluyen. La temperatura también influye, porque la energía puede variar según el medio de transporte.
Esto vuelve a mostrar que las flores no son una receta rígida: se administran de forma consciente y particular en cada caso, siempre respetando la individualidad del ser y el contexto en el que vive.
🌟 El rol del tutor en el tratamiento floral
Es crucial entender que el perro nunca está aislado: siempre refleja la vibración de su tutor y de la manada con la que convive. Por eso, el humano también necesita estar en un tránsito de renovación energética.
No alcanza con dar flores al perro y esperar que todo cambie. Si el tutor permanece en sus automatismos mentales, sin modificar nada de su día a día, el efecto floral en el perro se va a diluir.
Lo recomendable es que el tutor también tome una fórmula floral afín o adopte otro sistema energético u holístico que lo ayude a mantenerse contenido y centrado. De esa manera, el cambio no depende solo del perro, sino que es un movimiento compartido.
Recordemos que toda desarmonía se origina primero en el cuerpo emocional. Cuando este estado se sostiene en el tiempo, se traslada al cuerpo físico, ya sea como conducta alterada o como somatización en forma de enfermedad o desequilibrio. Al armonizar la energía en ambos —humano y perro— se logra que el trabajo floral sea más eficaz y profundo, sosteniendo cambios reales y duraderos en la manada.