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El perro como espejo de tu niño interno

Tu perro refleja lo que tu niño interno aún guarda en silencio. Sus actitudes son un espejo de tu mundo interior y una invitación a sanar.

El perro como espejo de tu niño interno

El perro no llega a tu vida por casualidad. Su presencia es una puerta hacia lo más profundo de tu ser, hacia ese niño interno que todavía vive en vos. Ese niño que alguna vez sintió miedo, alegría, vergüenza o ternura, y que muchas veces quedó oculto bajo capas de mandatos familiares, sociales o religiosos.

Cada gesto de tu perro es un espejo. Cuando tira de la correa, cuando se muestra ansioso o inseguro, te está mostrando partes de vos mismo que todavía esperan ser reconocidas. No es rebeldía ni desobediencia: es un lenguaje emocional, un llamado a mirar hacia adentro.

De la misma manera, cuando tu perro juega libre, se recuesta confiado o te busca con ternura, también te refleja lo que ya lograste sanar. Su inocencia pura ilumina los espacios en los que aprendiste a soltar la carga y a confiar en la vida.

El vínculo humano–perro no se trata de control ni de obediencia, sino de resonancia. Tu perro lee tu energía, tus emociones, y con esa información actúa. Su mayor misión es invitarte a recordar lo que alguna vez fuiste antes de ser domesticado por los mandatos externos: un ser auténtico, pleno y libre.

Reconocer al perro como espejo de tu niño interno es el primer paso hacia la sanación. No se trata de cambiar al perro, sino de escucharlo y agradecerle: cada ladrido, cada mirada, cada silencio es un mensaje que te devuelve a tu propia esencia.


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